El señor Warren desde muy jóven, soñaba con llevar una vida plena y dichosa. Escuchaba constantemente a las personas decir: ¡Cuando sea grande! ¡Cuando logre tener un mejor empleo! ¡Cuando encuentre a la persona de mi vida!. Sin embargo, aquél curioso niño no lograba comprender del todo lo que decían esas personas, que a su vez, parecían no tener en cuenta ciertas «cosas de la vida».
Pasaron los años, el tiempo cambiaba y con ello, Warren crecía. Era tan emocionante esperar a que aquella utópica vida comenzara a manifestarse. Correr por los campos, siendo libre. Encontrarse con aquella joven especial, de bellos ojos, modesta y amorosa. Todo sería perfecto. Los amigos comenzarían a generar ovación por tener la dicha de la amistad, las personas le admirarían y mientras, buscaría el mejor empleo, algo digno y acorde a sus conocimientos.
El hoy en día, señor Warren, se le puede ver oculto en la soledad de su hogar, separado de su anterior amor, ya que no contaba conque las personas suelen tener ideales diferentes, otras buscar estabilidad, y otras tantas, simplemente exigirla, algo que no pudo ofrecer, consecuencia de que no pudo encontrar un empleo, tampoco se convirtió en lo que soñaba, y todos sus amigos al verlo sumergido en pobreza, se alejaron de él, quedando completamente solo.
Siendo así, el señor Warren descubrió que no basta con soñar y anhelar, sino que también es necesario trabajar en lo que se desea obtener. Y hacer a un lado la creencia de la perfección. Entonces ahora, tendría dos opciones, sentarse en medio de su soledad y esperar la vejez y con ella la muerte inminente, o comenzar a vivir en lo real, en lo verdadero. Lo que realmente sucede en la vida no es la suerte o el destino, sino la perspectiva que se tiene y el deseo de salir adelante, considerando toda posibilidad como una experiencia positiva.
Se es lo que se piensa, se logra lo que se trabaja. Una experiencia que se puede apreciar día a día, así como el señor Warren.