Poco se conocen algunos temas y leyendas asociados a la ciudad de León, Guanajuato en México. Sobre todo si dichos temas, tienen que ver con religión, no obstante, aunque sean temas poco nombrados, no dejan de ser interesantes.
En este caso, en la catedral metropolitana de León, también conocida como catedral de la Virgen de la Luz (ya que está dedicada a esta imagen) existe una capilla en donde residen los restos de tres mártires romanos: San Fulgente, San Donato y Santa Clementina. Ubicados en la parte lateral de la catedral, la capilla de “La Soledad”.
Y aunque no existe historia clara sobre su procedencia, en cuanto a fechas y procesos, sí se conocen algunos datos, ya que hay un certificado en donde se muestra que para el año 1780, los cuerpos de San Donato y Santa Clementina fueron donados por el Pontífice Pío VI al Lic. Martín Coronel y Jorgones, regidor perpetuo de la ciudad de Guanajuato.
En cuanto a san Fulgente, se sabe que el cuerpo era protegido por el señor cura José Ignacio Aguado, en el templo de los Ángeles. Tiempo después, sería trasladado por el Protobispo Diez de Sollano a la catedral metropolitana un 15 de marzo de 1866.
Los cuerpos de San Donato y Santa Clementina serían expuestos a veneración pública mediante una solicitud impuesta un 20 de enero de 1788 a la sede episcopal que se ubicaba en Valladolid (hoy Morelia).
Una vez certificados los cuerpos y reconocidos como auténticos mártires, se procedería a su exposición, extendiendo el testimonio un 18 de febrero de 1788.
Los restos serían depositados en hermosas urnas portando la certificación correspondiente. Para ser colocados en la parte baja del altar principal.
Por un tiempo serían colocados en la sacristía por no contar para entonces con un espacio o capilla acorde a las necesidades.
Esto llevaría al reconocimiento de los leoneses que, para entonces, comenzarían a venerar los restos. Se desconoce la información sobre la creación de los cuerpos de cera de estos santos, sin embargo, la colocación de los restos en la figura de cera, creó además, conmoción en los feligreses, quienes aseguraban que los cuerpos de los santos comenzaban a crecerles la barba y las uñas, mito que era por demás falso. Ya que los cuerpos de cera solo portaban restos de los mártires, y algunas personas creían que se trataba de cuerpos incorruptos.
Debido a esto, fue necesario evitar el acceso al público a estos cuerpos. Desgraciadamente, con el paso del tiempo, se fueron desplazando las visitas a los mártires.
En la actualidad, se pueden contemplar los restos y las urnas de estos santos. Sin duda un espacio interesante en el que resuena parte de la historia sobre la Catedral Metropolitana de León, Gto.