Alguna vez en tu vida habrás tenido un tiempo de reflexión sobre lo que eres, lo que has hecho, de lo que quisieras tener, los lugares a donde te gustaría ir y de la persona con los que quisieras compartir. Sin embargo, en el transcurso de la vida no siempre hacemos lo que pensamos y caemos en momentos de frustración, esos momentos llegan con la edad y en consecuencia te llevan a crisis existenciales. Aquí te presentamos 4 periodos de la vida donde nos sentamos a reflexionar sobre ella.
Infancia
Realmente aquí no pensamos en nada, lo único que nos interesa es jugar, curiosear, convivir con nuestros compañeros y tener muchos momentos de diversión, no importa el medio de entretención sino lo divertido de éste. No tendemos a desear nada más allá de lo que vemos ni de expresar con facilidad nuestros enojos, en tal caso, aparecen los berrinches y lloriqueos por conseguir nuestros propósitos. La seguridad de los padres y el amor nos dan tranquilidad y estabilidad. Sin embargo, una experiencia que puede marcar el resto de nuestras vidas a ésta edad es el divorcio de los padres, la muerte de alguno de ellos o algún tipo de maltrato de algún adulto. Esas vivencias nos dan tiempo de sentarnos y pensar ¿Por qué me pasó esto a mí?, es cuando aparece nuestra primer crisis en la vida, por cuestionarnos nuestro futuro y sentirnos desprotegidos en el mundo, comenzamos a tener una perspectiva diferente de éste y la incertidumbre aparece y prevalece por el resto de nuestra vida. Lo único que queda, es esperar, esperar que todo vuelva a estar bien.
Adolescencia
El convivir con jóvenes de la edad se vuelve el principal motivo, la aceptación y el reconocimiento de otros adolescentes se vuelve común a esa edad. El divertirse y comenzar a experimentar las relaciones con el sexo opuesto genera un alto grado de emoción, los cambios hormonales y el deseo sexual comienzan a agudizarse. A este edad uno se siente inmortal, que todo lo puede hacer, los propósitos se vuelven un poco más ambiciosos, como manejar un vehículo, hacer un viaje largo sin los padres, de preferencia solo amigos y ningún adulto, la curiosidad por consumir alcohol, cigarros e incluso hasta drogas solo por apreciar un estilo como piensan que lo ven los adultos y un estatus como piensan que lo ven sus compañeros. Ser el centro de atención de un círculo social y el tener mucha energía destaca esta etapa. A esta edad son pocas las veces que nos sentamos a analizar qué es lo que queremos para nuestro futuro, con qué podemos comenzar y cómo podemos construir una mejor calidad de vida ya que todo aparenta ser tan sencillo. Una ruptura familiar al igual que en la infancia pueden dar pie a desenvolver una crisis existencial, un abuso de cualquier tipo de algún adulto o incluso de algún compañero también dan lugar a una crisis, el rechazo de los compañeros, la mala integración a grupos sociales, el elegir compañeros nocivos en nuestras vidas, algún tipo de ruptura familiar y el estar expuesto a constante violencia ocasiona experimentar una crisis de identidad pensada entorno a las preguntas del ¿cómo soy? y ¿cómo puedo ser?.
Juventud
Esta etapa de la vida es crucial para el desenvolvimiento de nuestro futuro, aquí comenzamos a construirlo y decidimos de manera consiente o inconsciente de cómo queremos vivir nuestra vida. Elegimos la carrera a la que nos dedicaremos el resto de nuestra vida o por lo menos un buen tiempo de ésta. Tenemos el don de la elección y comenzamos a ser independientes económicamente, podemos elegir nuestra pareja con mayor cuidado y compromiso, podemos obtener con nuestros propios méritos bienes materiales no tan ostentosos pero si cómodos para mejorar nuestros planes a corto plazo. La diversión prevalece y la actitud del «yo puedo” sigue en pie, la convivencia con los amigos aún es muy estrecha y los momentos que se comparten aún son muy relevantes. Sin embargo, aquí tenemos nuestro primer contacto con el mundo: los recién egresado de carreras no obtienen trabajo fácilmente por falta de experiencia, tampoco pueden establecer un negocio propio por falta de capital, si logran conseguir trabajo es mal pagado, con la pareja no pueden concretar la relación por las mismas carencias económicas y si hay hijos de por medio, las expectativas se complican aún más por acomodo de prioridades. Si no se obtuvo una carrera, el panorama laboral combinado con los propósitos a mediano y largo plazo se adelgaza más. Muchos jóvenes optan por migrar para encontrar mejores oportunidades cual sea su meta, esto implica abandonar a la familia y amigos. Aquí experimentamos una crisis que va encaminada al ¿qué hacer?, ¿quién soy? y ¿cómo puedo ir?
Adultez
Nuestros propósitos se vuelven más ambiciosos, se logran metas económicas más rápido y los bienes materiales se consiguen más frecuentemente. Se disfrutan más los viajes en familia y los fines de semana con los hijos y la esposa son más comunes. Sin embargo, nuestras actividades se vuelven rutinarias, se tienen responsabilidades más serias como los hijos, los gastos, el mantenimiento del hogar, etc. Las largas horas en el trabajo disminuyen el tiempo para convivir, se añoran los tiempos de convivencia con los amigos y sin responsabilidades, comienzan a aparecer malestares físicos como el cansancio, la calvicie, las primeras canas, enfermedades por estrés. Esto nos lleva a una crisis entorno a la monotonía con la pregunta ¿Siempre será así? ¿Cuánto tiempo más?
Conclusión
Todas las etapas de la vida son hermosas y todas tienen sus momentos de conflicto, unos más graves que otros. La única manera de comenzar a afrontar responsablemente nuestros problemas es aceptándolos y buscando toda la ayuda que podamos conseguir desde cualquier aspecto: moral, físico, laboral, ético, sentimental, religioso, racional, mental, etc. La convivencia con la familia siempre es el comienzo más sano que podamos hacer para ayudarnos a nosotros mismos ya que es el núcleo de toda sociedad, si somos buenos para nosotros mismos seremos buenos para los demás. El vivir cada etapa de la vida en su momento nos garantiza equidad emocional y felicidad aún con los obstáculos que se nos presenten, de lo contrario siempre se vivirá en añoranza y sin identidad lo que provocará inestabilidad. Tomar con responsabilidad nuestra integridad y la integridad de los demás mantiene relaciones sanas, respetuosas y afectivas.
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