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El demonio del espantapájaros

Don Sergio era dueño de un enorme pero humilde rancho al noroeste de México allá por las áridas tierras de Chihuahua, sobrevivía él y su familia vendiendo queso, leche y los cultivos que aprovechaba de sus tierras en ciertas épocas del año, sus hijos mayores habían emigrado hacia Estados Unidos y tenía muy poco contacto con ellos, le quedaba su esposa y un niño de 13 años. Los tres se dedicaban de tiempo completo a mantener aquel lugar para poder sustentarse. No tenía vecinos, el más próximo se encontraba a 5 kilómetros, todos los demás había abandonado el lugar debido a las constantes sequías y los problemas que llegaban con esto.

En pleno Junio, Don Sergio estaba consciente de que tenía que aprovechar hasta la última gota de lluvia que pudiera caer para hacer prosperar sus cultivos y mantener sano su ganado y como no contaban con ayuda del gobierno para poder sobrellevar el problema de sequías que se había producido en los últimos años tomaba medidas extraordinarias para cuidar su fuente de sustento, entre los que más cuida es el maíz y sus hermosas milpas, cuando viajaba al pueblo a vender sus productos no escatimaba en adquirir cualquier artefacto que le ayudara a incrementar la seguridad, en una ocasión, escucho hablar a una santera de cómo evitar la hambruna y hacer prosperar los cultivos, hablaba de la santa muerte y un sacrificio de sangre que se debía ofrecer para dicho fin, el costo contra los beneficios que se le atribuirían no tenían comparación por lo que le pareció un estupendo trueque. La santera le indicó que debía sacrificar una gallina y su sangre derramarla en una charola de plata en plena noche de San Juan un 24 de Junio, y como veía próxima la fecha accedió a seguirla escuchando muy atento:

“habrás de armar un ramito de hojas de la milpa más alta de tu cosecha y lo agregarás a la charola junto con un chorro de alcohol, colocarás 3 veladoras negras alrededor de la bandeja y las encenderás cuando la última vela esté por consumirse, su chispa encenderá la sangre de la gallina y el ramito de las hojas dibujando un círculo de sal entorno a ti, esto deberá hacerse al aire libre; con los residuos, cubrirás todos tus cultivos y todo aquello que haya sido irrigado con esto, tendrá vida y prosperará”

Había llegado la fecha, Don Sergio siguió el ritual tal y como le indicó la santera. Ya pasaba media noche cuando la última vela se consumía y encendía la sangre, tomó los residuos y comenzó a untar toda su cosecha, untó árboles, animales, caminó entre sus milpas, y esparció sobre sus tierras aquella horrible mezcla, justo al centro de su cosecha se encontró con un viejo espantapájaros, tenía años que lo había acomodado ahí y el viento y el agua habían causado estragos en éste, lo tomó con las manos llenas de aquella escalofriante mezcla y también lo untó, cambió su ropa, le colocó un nuevo sombrero y lo rellenó con algodón, le puso una vieja máscara que encontró en el desván donde coleccionaba basura que encontraba, terminó su trabajo y se fue a dormir.

Al despertar, se encontró con un día muy soleado, su esposa e hijo ya se encontraban en pie, ya habían ordeñado las vacas y acomodaban los botes de leche para venderlos. Nada fuera de lo común notó don Sergio salvo aquella apariencia del espantapájaros que había causado un sobresalto cuando lo vio con su nuevo aspecto, se notaba más lúcido pero recordó que él mismo le había dado esa apariencia la noche anterior.

Contento por la expectativa, invitó a su mujer e hijo al pueblo para que lo acompañaran a vender la leche, compraron pan y verduras y se regresaron al rancho. Cuando llegaron encontraron muchos cuervos muertos alrededor de las milpas, lo más escalofriante era verlos con los ojos extirpados y con la cabeza hacia abajo. Los tres se sobresaltaron con aquella escena, pero Don Sergio pensó que esto pudiera ser parte del ritual que había hecho la noche anterior.

Al cabo de tres días veía como su cosecha crecía pero notaba como otros animales morían, como por ejemplo los peces que habitaban un riachuelo más abajo, era como si intercambiara vida por vida. Cuando recogió la cosecha para venderla en el pueblo, su camioneta no fue suficiente para cargarla, tuvo que dar tres viajes para entregarla al pueblo y cuando recibió su pago, era el mejor que había recibido en años, esto llenó de alegría a aquel viejo granjero. Al regresar a su rancho se encuentra con la noticia que su hijo había sufrido un desmayo, lo encontró consiente porque había pasado aquel acontecimiento pero su mujer se lo informó de inmediato, salió por un balde de agua y vio a su espantapájaros en otra posición, lo notó enorme y con ropa que él no le había puesto, no permitió que esto lo distrajera para auxiliar a su hijo, cuando regresó con ellos el niño estaba mejor.

Al paso de los días, descubría que la gente del pueblo comenzaba a enfermar inexplicablemente, los veía más flacos y pálidos como si tuvieran días sin comer, por el contrario la gente veía a Don Sergio más repuesto y con mejores provisiones en sus compras que hacía en el mercado, algunos ya no le dirigían el saludo y otros lo veían con una expresión de ira en sus ojos, se corría la voz que había vendido su alma al diablo y a costa de ellos se estaba enriqueciendo.

Un día las cosas se pusieron peor cuando un grupo de lugareños lo confrontaron doblando la iglesia acerca de su misterioso enriquecimiento y de las calamidades que habían llegado al pueblo, le exclamaron que acudió con una bruja y que vendió su alma al diablo, él trató de salir lo más pronto posible y dirigirse a su camioneta para volver a su rancho y lo logró, sin embargo al llegar a éste, varias personas lo siguieron y comenzaron a apedrear su camioneta exigiendo explicaciones, comenzaron a escucharse disparos y forcejeos en la entrada, cuando pudieron vencer el portón, incendiaron sus milpas gritando que estaban malditas y que por ellas sus hijos y familias estaban enfermos quemaron todo lo que vieron y a Don Sergio lo asesinaron de una cruel manera con azadones y picos, a su esposa e hijo los tomaron y los golpearon hasta la muerte, quemaron todo lo que encontraron, todo ardió y así abandonaron aquel lugar que consideraban maldito, todo se consumió excepto aquel espantapájaros que era testigo de la masacre. En realidad, un demonio se había apoderado de aquella figura semi humana aquella noche de San Juan, la muerte, el coraje y el dolor alimentaban su fuerza, la sangre de las víctimas de los que consumieron sus cultivos hicieron más fuerte su presencia que había existido muchos años en esos lugares de culto satánico, todo aquel lugar se secó, el pueblo quedó casi vacío, sus sobrevivientes migraron hacia otros lados, solo hacía falta el lugar, el momento y las personas exactas para revivir a tan maligno ser.

 

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