Érase una vez un señor muy rico pero muy avaro conocido entre la gente como “Pedro El ogro” siempre acompañado de sus 4 caballeros medievales. Vivía en un palacio en el reino de Emania rodeado de servidumbre, aunque poseía muchos bienes que nunca usaba siempre quería más. No pertenecía a la realeza pero frecuentaba muy a menudo al Rey Enrique para presumir sus propiedades y obtener beneficios de esa relación, incluso se reunía con monarcas de otros reinos aliados para discutir temas de dinero. Su riqueza la hizo a base de robos y sobornos, cuentan algunos aldeanos, que no pagaba las 10 monedas mensuales de impuestos que el monarca cobraba por cada vivienda para sustentar la seguridad del pueblo, a cambio le entregaba 3 monedas al recaudador para que no lo molestara y así se ahorraba las otras 7. Por una parte, Pedro se mostraba como un fiel sirviente ante el rey, pero a sus espaldas lo traicionaba evadiendo impuestos, robándole y comprando deshonestamente a sus subordinados. Otros pueblerinos decían que la finca donde está construida su caballería perteneció a un anciano que había trabajado toda su vida para conseguir ese pedazo de tierra, pero un día desapareció misteriosamente, días más tarde, Pedro El ogro recibió un pergamino firmado por el rey donde se informaba que esas tierras le pertenecían legalmente. Otros decían que parte de su riqueza provenía de alguna manera de los impuestos que pagaba el pueblo gracias a la relación tan estrecha que tenía con el Rey Enrique. Muchos otros asuntos de robo y corrupción se le atribuían, no por nada se ganó merecidamente el odio y el miedo del pueblo, lo veían grande e intocable encima de su caballo montando junto a sus guardias.
Un día, llegó caminando al pueblo un joven muy hambriento pero sin dinero, se encontró con Pedro El ogro y le pidió una moneda para comprar una pieza de pan, éste se ofendió al escuchar esas palabras a las que no daba crédito y con una patada lo tiró al suelo y siguió su camino, el pobre muchacho se incorporó muy desconcertado, sintió un silencio profundo y la mirada sobre él de toda la gente que presenció el suceso, podía ver el miedo en sus ojos. Para él, fue bastante raro el comportamiento de Pedro. Donde venía, toda la gente era trabajadora, amable y bastante alegre, siempre compartían comida y vino incluso entre los forasteros, cuando alguien tenía problemas todo el pueblo hacía algo para ayudar, desgraciadamente salió huyendo porque al monarca lo encontraron muerto y un ejército de caballeros comandados por un hombre del que nadie vio su rostro se apoderó del Reino y comenzó a someter a la gente y saqueando sus fuentes de sustento, algunos afortunados como ese muchacho que lo conocían como Juan, pudieron escapar a otros pueblos más cercanos. Juan llegó cansado pidiendo ayuda para Atholl, que era como se llama el pueblo donde vivía, pero con ese acontecimiento vivido con Pedro a su llegada y la reacción de la gente, supo que no encontraría la ayuda que buscaba.
Pasaron los días y juan vivió entre las calles, a cambio de una pieza de pan les contaba historias a la gente para entretenerlos, les hablaba sobre la felicidad de su pueblo, sobre la amabilidad de su gente y la bondad en los corazones de cada uno, les platicaba que todos eran como una gran familia donde los más viejos enseñaban oficios a los más jóvenes, y los jóvenes de mayor fuerza hacían el trabajo duro que los más débiles no podían hacer, todos tenía un rol muy importante en la sociedad, cada uno era como un engrane de un reloj y vivían en armonía, se protegían entre ellos y nunca había conflictos. Su monarca salió elegido de entre ellos, no tenía linaje pero todo mundo lo respetaba por su inteligencia para gobernar.
La gente que escuchaba a Juan dudaba sobre la veracidad de sus historias puesto que ellos no vivían de esa manera pero los hacía reflexionar y soñar, siempre desconfiaban del vecino y temían a su gobierno, aunque sabían que eran regidos por gente corrupta y tirana ellos aceptaban que siguieran con el poder, incluso, ellos mismos cometían robos ocasionalmente debido a las condiciones tan precarias en las que vivían gracias a la corrupción de Pedro el Ogro y el desinterés de su jerarca.
Día tras día se corría la voz entre la gente sobre Juan y sus fantásticas historias a tal grado que se peleaban por invitarlo a sus hogares y escucharlo, lo veían como un predicador llevando un mensaje de paz. Los relatos de Juan llegaron a oídos de Pedro quién lo invitó a que contara una de sus historias, un poco nervioso y con resentimiento debido al recuerdo que tenía del él cuando llegó al pueblo, Juan accedió. Le contó sobre lo magnífico que era su pueblo y todas las aventuras, pero cuando mencionó que aquel pueblo se trataba de Atholl la sonrisa se le borró de la cara a Pedro, él había establecido la redada para atracar a ese reino con ayuda de sus subordinados y ocupar sus minas, se había enterado que eran ricas en oro y otros minerales, hizo muchos tratos con aquel jerarca para manejarlas pero nunca accedió por lo que optó en arrebatarlas derrocando al pueblo entero apoyado del ejército del Rey Enrique a cambio de una fracción del botín. De esto no comentó nada con Juan, simplemente le dio su pieza de pan y agradeció el relato.
La gente del pueblo añoraba tener algún día un lugar semejante a Atholl para vivir, pensaban que el reino de Emania era un caso perdido, sin embargo, Juan sabía que con sus relatos de paz, los pueblerinos ya estaban en condiciones de ayudarlo porque habían cambiado su forma de pensar, eran más conscientes sobre las necesidades de sus semejantes y había nacido en sus corazones el respeto por el prójimo solo que ellos no lo sabían, pero él lo veía en sus nobles actos.
Una mañana, Juan convocó a una muchedumbre para ofrecer un relato y hacerles una petición, la gente veía a Juan con cariño y respeto por lo que accedieron a su petición, tal petición era ir a Atholl para ayudar a los sobrevivientes con agua, comida y asistencia médica quienes la necesitaran. Fueron muchos hacia aquel reino y cuando llegaron encontraron que las minas estaban destruidas, habían explotado hasta el último gramo de mineral, mucha gente vivía en la calle y muchas chozas fueron quemadas, Atholl vivía momentos de crisis, no tenía jerarca y el pueblo moría de hambre debido a los actos de saqueo, habían cerrado sus rutas de comercio con otros pueblos ya que las minas representaban un gran porcentaje de la estabilidad económica del pueblo pero ya no existían. La gente que acompañó a Juan desde Emania ayudó a los pocos ocupantes de Atholl quienes comentaron que el responsable era un hombre al que apodaban el Ogro de Emania, todos quedaron sorprendidos porque sabían de quién se trataba, Juan se llenó de rabia y juró recuperar la armonía su pueblo.
Al pasar algunas semanas y armados de herramientas caseras, notablemente recuperados los habitantes de Atholl junto con algunos valientes de Emania confrontaron a Pedro El ogro, a sus oídos había llegado el rumor días atrás que el pueblo se levantaría en contra del gobierno del Rey Enrique por lo que tomó medidas, y pidió al jerarca el uso de la fuerza pública para enfrentarlos, eran 40 caballeros armados contra 235 aldeanos. Toda la gente que enfrentaba a Pedro y a su Rey tenían la certeza que era la única manera de ayudarse a sí mismos por lo que se aliaron sin temor alguno, sus corazones se limpiaron con los relatos de Juan, el amor al prójimo era comunión de cada uno, ya no eran personas ajenas a otras, era un pueblo unido con una meta en común: eliminar el abuso de Pedro y derrocar al mal gobierno. Y así fue como pasó.
Pedro había muerto en el ataque, el Rey Enrique fue enjuiciado y sentenciado a la horca por un comité salido del mismo pueblo, se le encontró culpable porque apoyó campañas de Pedro para saquear otros pueblos, que de las ganancias mal habidas que se obtenían de actos impuros eran repartidas entre ellos, los impuestos no se usaban para ayudar al pueblo y además, Pedro intervenía muy por encima sobre la palabra del Rey para establecer leyes que perjudicaban a la gente y enriquecían al gobierno.
Juan fue elegido como el nuevo jerarca y unificó a los pueblos de Atholl y Emania en un nuevo reino que llamó Athallania. Promovió los valores de respeto y edificó centros de estudio para que todos tuvieran acceso a la educación, legisló leyes que promovieran el trabajo equitativo para todos y que todos tuvieran acceso a alimento incluso cuando no pudiesen trabajar por cuestiones de salud. Creó una ley que fomentara los valores éticos. Pero lo más importante, es que sembró el valor del respeto en los corazones de los pueblerinos, es el escudo más infalible a cualquier acto deshonesto que atente contra el pueblo. Así vivió Athallania siglos de felicidad y prosperidad.
Conclusión
Un cambio verdadero no viene de otras personas, proviene de uno mismo, para hacer conciencia acerca de nuestros actos, tenemos que tener bien definido valores que promuevan un buen comportamiento, dichos valores no se aprenden en la escuela ni en un libro, se aprenden en el seno familiar que es corazón de toda sociedad. Una persona que no es buena para sí misma, no será buena para nadie.
Hello, I enjoy reading all of your post. I wanted to write
a little comment to support you.